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Domingo, 11 Febrero 2018 15:49

La crianza basada en evidencia: ¿Sabemos como criar a nuestros hijos?

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La crianza de los hijos es una de las tareas más complejas y variadas del ser humano, a diferencias de otras como, por ejemplo, aprender a conducir un vehículo, a leer, a cocinar, en la crianza parental no hay una guía establecidaa seguir ya que la misma depende de múltiples factores que inciden en la misma. A medida que la ciencia avanza mediante la investigación se van conociendo algunos modelos que deberían tenerse en cuenta para que la crianza sea llevada en forma adecuada,aunquea veces estos modelos no se correlacionan completamente con la realidad ya que las personas llevan implícitas diferencias que las hacen únicas y en donde el contexto social y económico donde se desarrollan también imprimen sus múltiples matices.

El desafío de la capacidad parental implica poder satisfacer las diferentes necesidades de los hijos (Alimentación, cuidados corporales, protección, necesidades cognitivas, emocionales, socioculturales, etc.). Pero debido a que estas necesidades son evolutivas, los padres deben poseer una plasticidad estructural que les permita adaptarse a los cambios de estas necesidades.1

 

Existen cuatro funciones principales que deben poner en práctica los padres durante la crianza infantil: la función parental protectora (contribuir al desarrollo y socialización del niño), la función parental afectiva (proporcionar un entorno que garantice el desarrollo psicológico y afectivo del niño), la función parental de estimulación (potenciar tanto las capacidades físicas, como las intelectuales, sociales, etc.) y la función parental educativa (orientar y dirigir el comportamiento del niño, sus actitudes y valores)2.

Históricamente se describieron cuatro estilos parentales básicos3 que son: a) Estilo parental democrático que tiene como características dar más confianza en sí mismos a los hijos, buena actitud y rendimiento escolar, buena salud mental y escasos problemas de conducta. b) Estilo parental permisivo relacionado con mayor confianza en sí mismos de los hijos, poco malestar psicológico, problemas de conducta y abuso de drogas. c) Estilo parental autoritario con el resultado de hijos más obedientes y orientados al trabajo, a veces rebeldes y hostiles, poca confianza en sí mismos y con problemas depresivos. d) Estilo parental indiferente caracterizado por hijos con problemas escolares, problemas de ajustes psicológicos, muchos problemas de conducta y abuso de drogas.

En la actualidad se habla de un concepto de parentalidad más amplio y más en relación con el contexto. La tarea de ser padre no se ejerce en un vacío, ni depende exclusivamente de las características de los progenitores. Se ejerce dentro de un espacio ecológico cuya calidad depende de tres factores: el contexto psicosocial donde vive la familia, las necesidades evolutivo/educativas de los menores y las capacidades de los padres y madres para ejercer la parentalidad positiva4.

La parentalidad positiva se refiere al comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, desde el cual se promueve la atención, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de la no violencia, ofreciendo el reconocimiento y la orientación necesaria sin dejar de incluir el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño y el adolescente. Un padre positivo es el que atiende, potencia, guía y reconoce a sus hijos como personas en pleno derecho4.

Crianza en la primera infancia basada en evidencias

El apego entre madre e hijo no solo se produce después del parto, comienza mucho antes, según Robinson y col.5comprende siete etapas que incluyen el momento de la planificación del embarazo, la adaptación al embarazo, la aceptación del embarazo, la percepción de los movimientos fetales, el reconocimiento del feto como individuo, dar a luz yver y tocar al recién nacido. Shieh y col.6 mencionan tres atributos críticos relacionados con el concepto de apego materno-fetal, incluyendo apego cognitivo, afectivo y altruista. El Apego cognitivo es el deseo de conocer al bebé, el apego afectivo es el placer asociado con los pensamientos o la interacción con el feto y el apego altruista se refiere al deseo de proteger al feto. Akbarzadeh y col.7establecen que la enseñanza de habilidades para el apego durante el embarazo mejoró la salud mental de los bebés evaluados al nacer y a los tres meses edad, por lo tanto, la enseñanza de habilidades de apego debe incorporarse a la atención prenatal de rutina.

En otro estudio de Fan y col.8 que evaluó un total de 1.752 niños nacidos entre 1960 y 1965 en barrios urbanos de bajos recursos que fueron seguidos prospectivamente como parte del Collaborative Perinatal Project y el Johns Hopkins PathwaystoAdulthoodStudyse sugiere que los niños cuyas madres tuvieron conductas de apego inadecuado cuando el niño tenía 8 meses de edad tienen un incremento del riesgo para desarrollar una salud mental deficiente mientras que los niños cuyas madres se involucran en las tareas de apego no tienen este problema.

En el binomio madre/padre-hijo es importante el cuidado de ambas partes ya que cada una de ellas está en completa interacción con la otra, al respecto de esto una revisión de Barrett y Fleming9 establece que la calidad de la maternidad depende por un lado de la integridad de múltiples sistemas biológicos-conductuales y por el otro de dos factores maternos, uno proximal y otro distal, que tienen un gran impacto: la depresión postparto y las experiencias tempranas. La madre requiere la integridad de los sistemas que regulan la sensación, la percepción, el afecto, la recompensa, la función ejecutiva, el rendimiento motriz y el aprendizaje. Los mecanismos cerebrales que regulan la maternidad incluyen estructuras dentro del hipotálamo, el sistema límbico y la corteza que están interrelacionadas y son sensibles a la influencia o funcionan de manera diferente en el contexto de las variaciones del estado de ánimo de la madre y las experiencias tempranas en la familia de origen.

Un meta-análisis de Cooke y col.10 encontró asociación entre el apego seguro de los niños y la mayor capacidad emocional. Lograr la competencia emocional es una tarea clave en la primera infancia. Los niños emocionalmente competentes demostraron tener un balance positivo entre las expresiones emocionales positivas y negativas. Por el contrario, trastornos de internalización (Por ejemplo, depresión, ansiedad) y externalización (Por ejemplo, hiperactividad y comportamiento de oposición) se consideran como fallas en el desarrollo de las habilidades emocionales.11,12

El bienestar infantil es la finalidad de cualquier modelo preventivode malos tratos. En la actualidad hay suficiente evidencia científica que afirma que recibir buen trato durante la infancia proporciona una óptima salud mental y física.13

En general, los estudios que evaluaron los efectos del maltrato infantil sobre las funciones cognitivas en la adultez mostraron discapacidad en la memoria episódica verbal, funciones ejecutivas y memoria de trabajo. Por otro lado, estudios en niños y adolescentes sometidos a maltrato infantil revelaron discapacidad en la atención y las funciones ejecutivas.14

Una revisión sistemática subraya los efectos negativos de la exposición al maltrato infantil en la autoestima, las competencias sociales, las relaciones entre iguales y el rendimiento académico. Los niños expuestos al maltrato tuvieron peor desempeño en los aspectos mencionados previamente en comparación con los no expuestos, lo que sugiere que la experiencia del maltrato es un factor de riesgo para el ajuste psicológico.15

Instrumentos para la evaluación de la crianza

Existen diferentes instrumentos tanto para medir dimensiones induviduales (Por ejemplo escalas para medir el apego) como intrumentos que determinan diferentes dimensiones a la vez, a continuación se describen algunos de este último grupo:

  • Parent-Child Relationship Inventory (PCRI; Gerald, 1994)16, es un instrumento que sirve para valorar las actitudes de los padres hacia la crianza y las actitudes de los niños, y se puede aplicar tanto a padres como a madres. Mide las dimensiones de control y apoyo. Consta de 78 ítems que están distribuidos en 8 escalas: Apoyo (9 ítems), Satisfacción con la crianza (10 ítems), Compromiso (14 ítems), Comunicación (9 ítems), Disciplina (12 ítems), Autonomía (10 ítems), Distribución de rol (9 ítems) y Deseabilidad social (5 ítems). De este mismo instrumento existe una adaptación de Roa Capilla y Barrio17para la población española (PCRI-M).
  • Escala de competencia y resiliencia parental (Martín, J.C.18) Consta de una escala de madres y otras para padres en contextos de riesgo psicosocial. La escala para madres determina cinco factores que incluyen 44 ítems: Desarrollo personal y resiliencia, Organización doméstica, Búsqueda de apoyo, Competencias educativas y Competencias comunitarias. La escala para padres consta de cuatro factores que incluyen 32 ítems: Desarrollo personal y resiliencia, Competencias educativas y Organización doméstica, Competencias comunitarias y Búsqueda de apoyo.
  • Escala de Parentalidad Positiva (e2p; Gómez Muzzio y Muñoz Quinteros19) es un cuestionario que puede responderlo cualquier adulto responsable de la crianza del niño o niña. Evalúa cuatro áreas: vínculo, formación, protección y reflexión. El cuestionario se compone de 54 ítems que dan cuenta de comportamientos cotidianos de crianza.
  • Escala de Evaluación Parental (EEP; Farkas-Klein20) es un instrumento autoadministrado para evaluar la satisfacción y sentimiento de autoeficacia respecto a la maternidad en mujeres con niños entre 0 y 2 años de edad. Consta de 10 ítems.
  • Guía para la evaluación de las competencias y de la resiliencia parental (Barudy, J. y Dantagnan, M.12) permite conocer las características del contexto en que se desenvuelven los padres, las interacciones de los actores involucrados, sus historias de vida, las consecuencias que experimentan actualmente debido a la violencia vivida, los recursos sociales e institucionales de los que disponen, etc. Al mismo tiempo, valora los riesgos que puedan estar viviendo los niños/as a raíz de las incompetencias parentales y que resultan significativos o influyentes en su cuidado y crianza. La metodología de aplicación de esta guía es la observación participante, es decir, adquirir información y conocimiento sobre la fenomenología personal y las prácticas de los padres, madres o cuidadores a través del acompañamiento evaluativo con ellos.
  • Prenatal Self-Evaluation Questionnaire (PSQ 1979, 2009 Lederman25,26). Este instrumento fue creado por Regina Lederman a través de entrevistas con embarazadas y evalúa siete dimensiones psicosociales: aceptación del embarazo, Identificación con el rol materno, Calidad de la relación con la madre, Calidad de la relación con la pareja, Preparación al parto, Miedo al dolor y a la pérdida de control durante el parto y Preocupación por el bienestar propio y del bebé. El cuestionario está compuesto por 79 ítems. Armegol Asenjo y col.27 realizaron la validación y adaptación de este instrumento con 84 ítems para una muestra española.

Intervenciones sobre la crianza basadas en evidencias

Las evidencias también permiten determinar cuales son las intervenciones más efectivas y eficientes para mejorar las capacidades parentales. Existen múltiples experiencias sobre implementación de programas de diferente índole enfocados en la crianza parental. Algunos programas se implementan desde el mismo momento del embarazo, otros luego del nacimiento, algunos son llevados a cabo por personal de salud y otros por voluntarios o personas de la comunidad, otros programas varían en cuanto a su duración (a corto plazo, largo plazo, etc.), otros varían en cuanto a la población a los que están dirigidos (población vulnerables, no vulnerable).

Kendrick y col.21en su meta-análisis deensayos clínicos controlados randomizados y no randomizados (15 en total, 11 de ellos ensayos clínicos aleatorizados y controlados)concluyen que las intervenciones sobre la crianza parental que generalmente se brindan en el hogar mediante diversas intervenciones son eficaces para reducir las lesiones infantiles, existe evidencia bastante consistente en que también mejoran la seguridad en el hogar.La evidencia se relaciona principalmente con intervenciones provistas a familias en riesgo de tener resultados adversos en salud infantil o cuyas familias se pueden beneficiar de un apoyo adicional (Familias con recién nacidos, padres primerizos, madres con coeficiente intelectual bajo, madres con niños con bajo peso al nacer y/o prematurez, primer embarazo, etc.).

Mengtong y col.22 evaluaron el efecto de los programas parentales para la prevención del maltrato infantil, el meta-análisis incluyó 37 estudios que tenían como principal medida de resultado la reducción del maltrato infantil (Por ejemplo laescala “The Child Abuse Potential Inventory”), la reducción de factores de riesgo (Escala “The Beck Depression Inventory” para depresión parental) y la mejora de los factores protectores (Escala The adult-adolescent Parenting Inventory para evaluar actitud parental positiva). Los autores concluyeron que los programas parentales de intervención enfocados en la prevención del maltrato infantil son efectivos en salud pública tanto a nivel de intervención primaria, secundaria y terciaria y en países de bajos, medianos y altos ingresos. Los hallazgos de este estudio demuestran que los programas de crianza no fueron efectivos para reducir la depresión y el estrés en los padres, que son factores de riesgo para maltrato infantil, por lo que sugieren enfocar mejor la problemática de la salud mental en las intervenciones.

Minkovictz y col.23 determinaron en un ensayo clínico controlado prospectivo el impacto de The Healthy Steps for Young Children Program en la calidad del cuidado de salud en la primera infancia y en las prácticas de crianza.Este estudio se desarrolló a través de 14 estados de Estados Unidos que incluyó 5.565 niños desde el nacimiento o la primer consulta y seguimiento hasta los 3 años de edad (del total el 88% completo las entrevistas entre los 2 y 4 meses y el 67,2% entre los 30 y 33 meses de edad).La intervención incluyó visitas domiciliarias del médico y de especialistas en “Step Healthy” (Enfermeras, practicantes de enfermería, educadores de primera infancia y asistentes sociales con entrenamiento y experiencia en desarrollo infantil). El foco principal de los especialistas fue el desarrollo, la conducta y los aspectos psicosociales. La calidad del cuidado se determinó mediante el “The Institute of Medicine framework” a través de sus 4 dominios: efectividad (por ejemplo, recibió visitas domiciliarias desde los 6 meses), centrado en el paciente (por ejemplo, desacuerdo con el pediatra que provee soporte), oportunidad (por ejemplo, vacunación a la edad apropiada) y eficiencia (Por ejemplo, hospitalizaciones en el último año) y los resultados parentales incluyeron reportes del comportamiento infantil, los instrumentos “Parental Response to Child Misbehavior” y “The Child Behavior Checklist” y otros. Los autores concluyen que las intervenciones universales basadas en la práctica pueden mejorar la calidad de los cuidados en familias con niños en la primera infancia y pueden mejorar prácticas de crianza seleccionadas.

Mountain y col.24 en su meta-análisis que incluyo 4 ensayos clínicos randomizados controlados concluyeron que los programas de intervención temprana mejoran el apego seguro, la sensibilidad materna y disminuyen las tasas de apego desorganizado. Las intervenciones fueron programas de visitas domiciliarias con diferentes contenidos llevadas a cabos por diferentes actores: padres entrenados en la temática, personas de la comunidad, profesionales en desarrollo infantil. Se utilizaron diferentes instrumentos: Strange Situation, Parent/caregiver involvement scale, Edinburgh postnatal depression scale, Attachment Q-set, Maternal Behaviour Q-sort, AMBIANCE scale, etc.

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